octubre 19, 2009

Resultados de la era K: de piquetes a patotas serviles



Milagros Salas y la agresión a Gerardo Morales

El crecimiento económico sostenido de la Argentina kirchnerista no detuvo las políticas neoliberales afirmadas en el menemismo. Ni el discurso oficial ni las manipuladas estadísticas del INDEC pueden ocultar que el injusto y desigual patrón distributivo, establecido por las reformas de la década de 1990, se consolidó y agudizó durante los gobiernos del matrimonio K.
Durante la presidencia de Eduardo Duhalde, la sociedad argentina sufrió la peor distribución conocida hasta esa fecha. Si en 1999 los más ricos gozaban de un ingreso 23 veces superior al de los más pobres, tres años después la diferencia aumentó a 27 y a 30 veces, durante el gobierno de Néstor Kirchner.
Trabajadores, usuarios, consumidores, capas medias empobrecidas, desempleados crónicos fueron los más afectados por un país que creció sin desarrollo ni justicia social. Pese a que en los últimos seis años, el PBI aumentó casi un 50% en términos reales, la masa salarial se contrajo desde la convertibilidad hasta la fecha del 40 al 34%. La desigualdad del crecimiento se plasmó en la brecha salarial entre empleados registrados y no registrados, que pasó del 120% más de sueldo al 140 por ciento y en el incremento del índice del trabajo en negro. La expansión económica impactó escasamente en el piso de desigualdad y pobreza cimentado en la década de 1990. Hoy, los índices de pobreza superan el promedio de la era menemista.
La redistribución engalana los discursos de la señora presidenta pero está ausente en las políticas. La eliminación de la tablita de Machinea, los planes de compra de autos 0 km, los créditos hipotecarios, entre otras, fueron medidas que favorecieron a los empleados con sueldos de bolsillo de más de 7000 pesos y sindicalizados. En tanto el “pobretariado” asistió a la disminución del monto en los diferentes planes sociales y a la cooptación de sus dirigentes por parte del gobierno.
El “matrimonio” desplegó un enérgico plan moderador y disciplinador de la dirigencia piquetera. La elección de algunos como legisladores, el nombramiento de otros en funciones de gobierno, el manejo de los planes sociales, desactivó la protesta callejera y colocó a los/las líderes como operadores serviles de la política oficialista.
Este servilismo clientelar se hizo presente nuevamente para callar las voces de la oposición. Los procedimientos democráticos deben ponerse definitivamente en marcha. El repudio y la reprobación deben dirigirse a aquellos que usan y abusan de las necesidades de la gente.

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